Las ratas que se vuelven plaga
Las ratas viven próximas al ser humano y las conocemos como “roedores comensales” por todo el tiempo que llevan compartiendo su alimento con las personas. Según Anecpla, los residuos orgánicos que dejamos los seres humanos, son los más peligrosos, ya que al amontonarse éstos, las ratas salen de las alcantarillas para alimentarse de ellos. Las condiciones idóneas para atraer una plaga de ratas son más cotidianas de lo que pensamos.
Las ratas se reproducen a gran velocidad: su promedio de vida, según la especie, es de un año aproximadamente y a los tres meses comienzan a procrear. La media de camadas al año suele ser de cinco, con un promedio de 8 a 12 crías por camada. Esta capacidad reproductora es uno de los motivos por los cuales las ratas son consideradas como una plaga.
Al factor reproductivo habría que añadirle otro factor: el crecimiento de esta población puede convertirse en un gran problema para la población humana, de no aplicarse políticas eficaces de exterminación. Es decir, la muerte de este animal por motivos naturales o por superpoblación comienza a los 5 o 6 meses, por lo que la población aumenta exponencialmente. Así, aplicar políticas y tratamientos eficaces de exterminación se convierte en un pilar fundamental del control de roedores.
Por otro lado, también es importante tener en cuenta el factor climático en la formación de una plaga. A pesar de ser primavera y verano las épocas de mayor eclosión, existen otros factores que condicionan el clima a lo largo del año que pueden propiciar determinados tipos de infestaciones.
Daños materiales y acción contaminante
Las ratas suelen provocar rechazo por estar asociadas a enfermedades y a la suciedad. Lo cierto es que rara vez pensamos en los daños materiales que pueden generar y casi nunca nos planteamos su peligrosidad en función de su capacidad “destructora”.
Además, se trata de animales muy persistentes, y si consiguen entrar en una propiedad o edificación, es muy difícil sacarlas de allí, donde pueden causar éstos y otros daños:
- Daños en el aislamiento de la casa.
- Daños en las paredes y suelos al roer.
- Generar incendios al roer los cables eléctricos.
- Daños en los terrenos, los muros de contención y estructuras similares al hacer sus madrigueras.
- Daños en mercancías y en producto terminado.
- Daños en alimentos.
Por otro lado, no debemos olvidar el potencial contaminante de los roedores, que pueden llegar a contaminar alimentos y medio ambiente sin que podamos percatarnos de ello. Dicha contaminación puede ser origen de cuadros alérgicos.
Transmisión de enfermedades
Como hemos mencionado anteriormente, las enfermedades transmitidas por las ratas (entre ellas, a otros vertebrados y a humanos) constituyen una de las principales preocupaciones cuando nos enfrentamos a una plaga de roedores. Entre dichas enfermedades podríamos destacar las siguientes: fiebre hemorrágica argentina, tifus murino, peste bubónica, leptospirosis, fiebre por mordedura de rata, salmonelosis, etc.
Para comprender en qué condiciones se manifiestan y transmiten estas enfermedades, debemos tener en cuenta que existen tres vías de transmisión:
- A través de vectores de la rata como pulgas, piojos o ácaros. Éste sería el caso de la peste bubónica, el tifus murino y la ricketsiosis
- A través de fluidos corporales: heces, orina, secreciones nasales y saliva, entre otros. En estos casos, las enfermedades o sus agentes causales evolucionan activamente dentro de la rata, para ser posteriormente transmitidas por mordeduras, etc. Enfermedades como fiebre por mordida de rata, leptospirosis, rabia, teniasis o triquinosis, entre otras, son propagadas de esta forma.
- Finalmente, existen diversas enfermedades que los roedores suelen propagar por transmisión mecánica (arrastre) de materias infectadas de un lugar a otro. Entre dichas enfermedades se encuentran la hepatitis, la salmonelosis, la fiebre tifoidea y la tuberculosis.
Signos de existencia de una plaga de roedores
Objetos roídos. Las ratas y ratones están continuamente royendo materiales. Por lo tanto, ver marcas de dientes en alimentos, cables o papeles, entre otros, será un indicador casi seguro de presencia de roedores.
Excrementos y orina. Los excrementos recientes son negros, brillantes y arcillosos, mientras que los excrementos con más tiempo estarán secos y duros. En cuanto a la orina, los roedores suelen dejar rastros lineales. Si hay muchos, suelen generar olor a amoniaco.
Borrones en el suelo y huellas. Como resultado del contacto del cuerpo del roedor con la superficie, los roedores suelen dejar manchas de color gris oscuro. En cuanto a las huellas, las patas delanteras de las ratas tienen 4 dedos mientras las huellas de las patas traseras son más grandes y tienen 5 dedos, lo que hace que sus huellas sean perfectamente identificables.
Sonidos. Otra forma de detectar si hay roedores en casa es por los sonidos. Su presencia puede delatarse fácilmente por el sonido de las patas o por la actividad de roer. Dichos sonidos se escuchan particularmente durante la noche.
Madrigueras. Éstas se pueden hallar en bancos de tierra, debajo de desperdicios y bajo el cemento. Si la madriguera esta activa estará libre de polvo y telarañas. La entrada principal tendrá el suelo duramente compactado y las marcas de frotación serán fácilmente visibles.
Surcos. Al emplear siempre las mismas rutas, los roedores suelen dejar surcos o hendiduras. Aquellos en los que hay actividad estarán libres de polvo y telarañas, y podrán encontrarse en ellos heces frescas y marcas de frotación.
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